¿quieres ser sano? recibe la sanidad que Dios tiene para sus hijos

Al escuchar las noticias de cada día el tema principal de este tiempo es el coronavirus, la enfermedad del momento, y esto que cautiva la atención de la mayoría de las personas. Pero además de esta enfermedad causada por un agente externo a las personas, y que afecta al cuerpo, hay enfermedades del alma y del espíritu que nos afectan significativamente y también conducen a la muerte.

Hoy mas que hablar de enfermedades la propuesta es introducirnos en la sanidad que Dios tiene para sus hijos.. ahora la pregunta es… 

 

¿Quieres ser sano?

podría parecernos algo ingenua la pregunta, pero veamos esto en las Escrituras.

 

Juan 5:1-9  // “1 Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. 2 Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos. 3 En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua. 4 Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. 5 Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. 6 Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano? 7 Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo. 8 Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda. 9 Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo aquel día.”

 

El Hijo de Dios, a quien nos presentaron y conocimos como Jesucristo, pero cuyo verdadero nombre, ese nombre que es sobre todo nombre, es Yahshua nuestro Mesías, fue a un lugar que estaba lleno de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos. Allí se encontró con un enfermo que había estado postrado por 38 años, y le preguntó: ¿Quieres ser sano?

 

Hoy el Señor, nos hace esta misma pregunta a cada uno. ¿y tú quieres ser sano?

 

Puede que rápidamente identifiques alguna enfermedad en tu vida presente, hoy, allí donde estas, o puede que pienses yo estoy bien, no tengo nada, esa pregunta de parte de Cristo no es para mí.

Antes que respondas, no tengo nada, piensa en esto… los seres humanos, somo seres tripartitos, es decir tenemos tres partes: cuerpo, alma y espíritu. Por lo tanto, por diferentes circunstancias o experiencias podemos estar enfermos en el cuerpo, el alma y/o en el espíritu.

 

¿Cómo es eso?

Vallamos analizando por parte:

La Enfermedad del cuerpo, puede ser: 1) Sicosomática, o 2) Natural. A la vez, éstas pueden ser pasajeras o curable, y para muerte (como Lázaro) o incurable.

La Enfermedad del alma, puede ser: 1) Por traumas, 2) Por resentimiento o rencor, 3) Por malos pensamientos, 4) Por malas costumbres, 5) Por mal carácter, 6) Por inconstancia, 7) Por miedos, 8) Por inseguridad, 9) Por pérdidas de seres queridos (duelo), 10) Por fracasos, 11) Por errores, etc. Todas circunstancias que afectan a la mente y el corazón, por desajustes en los pensamientos y las emociones.

La Enfermedad del espíritu, surge de: 1) la Ausencia de Dios, o 2) la Falta de ajuste a las instrucciones de Dios (pecado).

 

La pregunta que le hizo Jesucristo al enfermo parece una broma, pero le estaba hablando muy en serio. ¿Por qué el Hijo de Dios hizo esta pregunta a este hombre enfermo cuya respuesta parece tan obvia?: “6 Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano?”

¿Por qué le hizo esta pregunta?

A lo largo del Antiguo Testamento vemos que Dios siempre ha sido el sanador de Su pueblo. Las Escrituras dicen que cuando esos 600.000 que salieron de Egipto se multiplicaron en el desierto a casi  3.000.000, de israelitas que hicieron su viaje desde la esclavitud de Egipto hacia la libertad y su propia tierra, no había entre ellos ningún enfermo. En el Salmo 105:37 encontramos “37 Los sacó con plata y oro; y no hubo en sus tribus enfermo.” Esa representa la mayor cantidad de sanidades en toda la historia de la humanidad.

 

Cuando estaban en el desierto el Creador se reveló a ellos como Yahweh Rafá, Su sanador. Éxodo 15:26 “y dijo: Si oyeres atentamente la voz de Yahweh tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Yahweh tu sanador.”

Al final del Antiguo Testamento, Israel empezó un lapso de oscuridad, 400 años de silencio. Durante este tiempo ellos pusieron su énfasis en la religión y sus rituales, pero estaban lejos de Dios. No se oía ninguna voz que dijera: “Oye Israel recuerden el pacto con Yahweh, Él es Yahweh Rafá”. La voz profética se apagó, y Dios, para recordarles que Él era su sanador, aparentemente, de tanto en tanto les tenía que enviar un ángel para mover las aguas del estanque y hacer que, de esta manera, no se olvidaran de Yahweh Rafá.

Jesucristo es quien ha marcado la puerta de nuestro corazón para darnos vida y que podamos salir de la esclavitud de Egipto, de la esclavitud del pecado, del error, del andar errando.

Igual que lo que sucedió en ese primer éxodo, en este nuevo éxodo y transitar por el desierto, hasta que lleguemos a la tierra prometida, Dios sigue siendo nuestro sanador, ahora a través de Su imagen visible, Jesucristo, Yahshua el Mesías. 

 

¿Cómo podemos saber esto?

 

Veamos lo que enseña la Biblia al respecto:

Primero la profecía, el anuncio anticipado. Isaías 53:4-5 // 4 Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. 5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.”.

Luego el cumplimiento en Cristo. Mateo 8:14-17 // “14 Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de éste postrada en cama, con fiebre. 15 Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía. 16 Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos; 17 para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.”

Y muchas otras ocasiones que puedes comprobar luego en tu Biblia, como en Mateo 14:14,  Marcos 6:5-6, Lucas 4:40, por mencionar algunos pasajes.

A eso le siguió el mandamiento de Jesús a sus discípulos, Lucas 9:1-2 // “1 Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades. 2 Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos.”

Marcos 16: 15-18 // “15 Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. 16 El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. 17 Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; 18 tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.”  

 

Ahora volvamos a la pregunta de Jesús dirigida a la voluntad del enfermo.

“Betesda” significa “casa de misericordia”, pero este hombre había estado así durante 38 años y no había sido sanado. Todo en él indicaba que había estado así por mucho tiempo. Entonces, Jesús le preguntó: “¿Quieres ser sano?” No era una broma, simplemente Jesús le estaba preguntando si realmente su voluntad era obtener libertad y ser sano, porque la voluntad del hombre había sido afectada, la parálisis de su cuerpo estaba acompañada por una parálisis de la voluntad.

Prueba de esto es que, cuando Jesús hizo la pregunta, el hombre respondió que no tenía a alguien que lo llevara hasta el estanque: “7 Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo.” En otras palabras, lo que estaba diciendo es: “No es mi culpa, estoy en esta condición por lo que alguien no hizo por mí y por lo que otro más sí ha hecho: porque alguien no me llevó al estanque y porque otro llega antes que yo. En ambos casos, no es mi culpa. Al igual que este hombre muchas personas, dicen soy así por culpa de mis padres, de mi esposa, de mis hijos, del gobierno, del sistema, de la sociedad, de las otras personas que me han herido o perjudicado, o del diablo.” ¡Mientras culpes a los demás de tu situación jamás serás libre de ella porque no dejas operar la gracia de Dios en tu vida!

Su respuesta incluía que “otro” entra antes que él, esto significa que alguien más está obteniendo la bendición y es ayudado por Dios, pero no te ves a ti recibiendo la bendición. Siempre es otro en quien Dios obra, y los problemas se han convertido en parte de tu vida.

Dice que el primero que entraba al agua era sanado de cualquier enfermedad que lo hubiera “poseído” y lo tuviera “retenido”. Y, tal vez, tú te sientas así hoy, tal vez sea una enfermedad, un problema, un vicio, un mal hábito, pobreza, opresión, algo se apodero de ti y te ha poseído y te está reteniendo y está impidiendo que alcances la bendición que es para ti. Pareciera que algo te está tirando para abajo y no te deja avanzar.

 

¿Qué es lo que sucede contigo?

Este hombre, durante muchos años, vio como otros eran sanados y como él continuaba igual. Tal vez tú te sientes así, tal vez por años has ido a algunas iglesias y has visto a otros obtener la bendición, se satisfacen sus necesidades y tú siempre te has ido como viniste.

Vivir esa situación había afectado a este hombre internamente, se había acostumbrado a esa realidad. Por eso Jesús le preguntó: “¿En verdad lo quieres?”

 

Para recibir el milagro que viene de la Gracia de Dios, debes querer ser libre de esa opresión, de esa realidad familiar, de esa situación.

 

Dios lo puede hacer porque Su gracia está disponible, pero necesitas “engancharte” a Dios con tu fe.

Siempre nuestra voluntad está involucrada. Si en verdad lo deseas, lo vas a buscar. Pero no puedes acostumbrarte a tus problemas y disfrutar de la atención que otros te dan. Muchos abrazan el problema y les gustan los cuidados que las otras personas les brindan, porque sienten lástima de sí mismos, y disfrutan dando lástima a otros. Es como el que quiere un trabajo, y aun en momentos de muchas posibilidades se acostumbró a un subsidio del gobierno y no sale temprano a buscar uno. Solo se deja llevar por las emociones de miseria y lástima.

 

Había muchos enfermos en el estanque, pero Jesús vio en este hombre algo diferente: vio que quería ser sano y se dispuso a derramar su gracia sobre él. Pero, para hacerlo tuvo que realizar un proceso.

 

¿Realmente, quieres recibir sanidad? Porque, en verdad, debes quererlo. Si quieres recibir la gracia, debes levantarte y hacer algo: “8  Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda.” No le dijo: “Sé sano”, simplemente le cambió su visión.

Este hombre se vio postrado en esa camilla por años. Pero Jesús le dijo: necesitas verte llevando esa camilla en lugar de que esa camilla continúe llevándote a ti. ¡Levántate! Debes levantarte por dentro antes de que las cosas externas cambien.

 

Dicen las Escrituras en Proverbios 12:25 “La congoja en el corazón del hombre lo abate; más la buena palabra lo alegra.”

 

Hay personas que están tiradas por dentro. ¡Levántate y ponte de pie! ¡Ya es suficiente fracaso! ¡Debes comenzar a hacer algo, porque la fe siempre requiere acción! La fe actúa sobre la Palabra y Dios responde a la fe con Su gracia.

Parte de este proceso de levantarte en fe, también incluye que sea necesario no guardar “amuletos”, por las dudas. Este hombre no dejó la camilla cerca del estanque por las dudas que volviera a enfermar y no perder su lugar en la fila. ¿Quién carga a quién, la camilla a ti o tú a la camilla? Debes sacar tu camilla de su lugar y comenzar a andar en fe, confiando en la gracia de Dios.

 

¿Tú, qué estás esperando?

Este hombre del relato que estamos viendo, estaba esperando tres cosas: 1) un ángel, 2) que el agua se moviera, y 3) que alguien lo introdujera en el estanque.

Muchas personas, en la iglesia, esperan las tres mismas cosas: 1) esperan un ángel, una visitación especial, necesitan que ese siervo especial venga a la iglesia, ese que tiene una unción sobrenatural. 2) que haya un movimiento especial, que suceda algo sobrenatural, y 3) que te ministren personas especiales, o conocidas, o con un don de sanidad especial.

 

Este hombre esperaba esas tres cosas, pero, cuando apareció Jesucristo, no las necesitó más.

Tú no necesitas una visitación especial, ni algún movimiento espiritual especial, ni a ninguna persona especial. Lo que tú necesitas es creer en la Gracia de Dios. La gracia de Dios a través de la obra de Jesucristo es todo lo que necesitas.

 

Necesitamos volver a la simplicidad del evangelio de la Biblia, a una simple relación con Dios por medio de Su Hijo,  Yahshua el Mesías, resucitado y ascendido. Hemos llenado nuestra vida de ritualismo y superstición, pero hay que volver a esa simplicidad y sencillez del niño. Necesitas entender que, por la gracia de Dios, podemos recibir la sanidad que Cristo  compró con su sacrificio en la cruz del Calvario.

 

Cree en la Gracia de Dios, la gracia de Dios a través de la obra de Cristo, de Yahshua es todo lo que necesitas. Vuelve a la simplicidad del evangelio de la Biblia, a una simple relación con Dios por medio de Su Hijo. Déjate de ritualismo y superstición. Entiende que, por la gracia de Dios, puedes recibir la sanidad que Cristo compró con su sacrificio en la cruz del Calvario.

 

 

Comienza hoy mismo tu camino de regreso a Dios, al Dios de la Biblia, a través de Sus instrucciones escritas en Su Palabra, la Biblia. Deja que Yahshua el Mesías, a quien nos presentaron como Jesucristo sea tu Señor, Salvador y Sanador.

 

 

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